Por Mg. Amelia Gallastegui
Hablar del cuerpo en un contexto donde la reflexión filosófica hace un esfuerzo sin igual por expresar la época en conceptos, implica ir contra su principio formal de ser un pensamiento fruto de la contemplación distanciada del cuerpo, de los excesos y de la contingencia de la vida humana que éste inscribe. Puesto que la filosofía emerge negando la relevancia del cuerpo para la pregunta por el origen de la naturaleza. Y luego será cárcel del Alma. Un cuerpo que, posteriormente para la razón moderna será un obstáculo para el pensar racional.
Desde un enfoque contemporáneo la filosofía latinoamericana se acerca al cuerpo no sólo como crítica a la objetivación y opresión del cuerpo de las alteridades, sino también desde una percepción para la cual las fronteras de la alteridad dejan de ser amenazadoras, engañosas por lo cambiante de los sentidos, y de suerte un tanto alucinadoras que sólo el orden poético puede abordar. Ticio Escobar (2014) en la búsqueda de un pensamiento estético latinoamericano dirá “que el cuerpo inscripto en la etnia, portan el ritmo, la plasticidad y la transparencia cultural en la que se adivina la energía dinámica del diálogo interior” entre palabra y cuerpo.
En este marco la estética dará acceso a una tematización del cuerpo y en cierto modo permite una reflexión filosófica enriquecida, en esta podemos pensar las alteridades fluyentes hoy, a modo de una vuelta al paisaje humano de los cuerpos habitados, Jean Louis Déotte (2015) nos permite pensar en las escrituras contemporánea en los cuerpos que se resisten a ellas tapando las talladuras del tiempo en una realidad fluyente donde a modo de la estética benjamiana, el cuerpo juega la estética del desaparecer y con ello “éste se inscribe en la huella que no debemos confundir con ocultamiento o velamiento”.
Tal vez el hombre de vidrio sobre el que reflexiona el filósofo francés, sino animamos a traducir esta idea yendo a un enfoque más amplio, uno que considere las demandas contemporáneas de comunicación y relatos acerca de los cuerpos transitando la fugacidad, la virtualidad, la desmaterialización de éste y su pasaje de la tri-dimensión al plano unidimensional de la pantalla. Podríamos reflexionar que las redes hoy generan otro tipo de interacción donde el cuerpo sigue jugando con la estética del aparecer o desaparecer en el juego constante entre lo mostrable y lo que no amerita ser expuesto.
Desde esta filosofía consideramos críticamente que, mirar este diálogo cuerpo no debe ser educido a la mercadotecnia del lenguaje que domina los mercados y considerar la imagen de sí y la imagen del otro cuerpo en la luminosidad de una mínima pantalla. Responde a otro modo de intersubjetividad donde el ser de cada quien teje redes de sentido que el mundo adulto intenta traducir con conceptos fuera de tiempo. Es decir “la existencia virtual es entonces de una extrema pureza, de una extrema espiritualidad. En ciertos aspectos, se la podría considerar como una depuración de lo imaginario” (Stengers 2017) llevado al plano de la imaginación en pos de construir lugares receptivos de hecho.
Desde una comprensión feminista del cuerpo podemos pensar este como espacio de dominación, denominaciones y lectura externas que hoy reclaman otras inscripciones. Rosi Braidotti (2204) afirma que “el cuerpo no es una cosa natural; por el contrario, éste es una entidad culturizada y codificada culturalmente” de allí la búsqueda de situar el cuerpo de las mujeres con lenguaje propio obligando a reconsiderar las propias estructuras conceptuales con las que nos describimos, hablamos e interpretamos nuestro cuerpo y su sexualidad.
En este punto cabe reflexionar que, en el campo de la filosofía el cuerpo sigue siendo un tema un tanto retaceado en los escritos de la época, será la filosofía del arte o estética la que nos permita pensar en los lenguajes del cuerpo, en la estética fugaz del aparecer en el doble juego de mirar y mirarse en la red como reflejo reflejante qué, en su tiempo, problematizará la mirada, el cara a cara. En el arte contemporáneo la performance ha generado un cambio brusco en los mapas conceptuales más arraigados. El cuerpo como soporte material de la obra expone sentidos teniendo como telón de fondo el mapa colorido del paisaje humano que la ronda.
El tiempo es lo único que tenemos y en éste el cuerpo juega en los múltiples espacios de la red tornándose inasible y la vez expresivo y audaz, Bojana Kust (2019) nos permite pensar para cerrar este breve relato que “la historia diferente revelada por el cuerpo autónomo es una historia de discontinuidad porque es siempre la historia del presente, un cuerpo siempre está ligado al presente, al momento, a su propia presencia evasiva”.
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