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Foto del escritorDra. Mónica Cohendoz

Cuerpos en (des) control

Actualizado: 5 nov 2021

Por Dra. Mónica Cohendoz


Yo es otro

Arthur Rimbaud


El cuerpo es una materialidad concreta de la cual nadie puede sustraerse, omnipresencia que nos ha llevado a percibirlo como naturaleza. Somos cuerpo, pero como dice el poeta, Arthur Rimbaud”, “otro” u “otra “, ya que el cuerpo físico no puede ser analizado sólo como organismo biológico, en tanto su inscripción en el mundo de la vida lo transforma en social. Así más que un dato empírico, una evidencia de existencia, en los estudios de comunicación, el cuerpo es una configuración simbólica determinada por la experiencia sociohistórica.


Para Eliseo Verón (1987), semiótico argentino, el cuerpo es una superficie significante, es decir por nuestras corporalidades se deslizan múltiples sentidos, en tanto “capa metonímica” esta semiosis produce discursos acerca de lxs sujetxs sociales.


Judith Butler, teórica del feminismo, se pregunta “¿Cómo figura un cuerpo en su superficie la invisibilidad misma de su profundidad escondida?” (2001: 164). No hay autoconstrucción, sino una dependencia de un sistema previo, una especie de máquina discursiva que produce sujetos. Así el género es una performance ya que reproduce algo ya socialmente construido como heteronormativo.


No sólo el género organiza la visibilidad del cuerpo sino otras fuerzas sujetan al cuerpo a órdenes de representación que dan vida a los mismos. Así nuestras corporalidades nos inscriben en dinámicas de sujeción, identificación y desidentificación naturalizadas a través del deseo, nuestra subjetividad las hace propia- (in) corpora- dado que el deseo es codificado por el poder. Significa que quienes ejercen un poder buscan “interpretar” el deseo de aquellos a quienes dominan. Es decir, darle una representación para que se haga consciente (imágenes de belleza, fuerza, éxito, juventud, etc. operan modulando el deseo). De manera tal que el deseo se lo torne manejable y previsible (“quiero ser tan linda como Barbie”, “tan fuerte como Superman”).


En las sociedades de “control”, dice el filósofo francés, Gilles Deleuze (1991), se “modula” el cuerpo en base a una estrategia, el aplazamiento ilimitado que provoca el lenguaje analógico propio del capitalismo de concentración. Es de gran utilidad para quienes ejercen control que los sujetos queden capturados por ciertas representaciones que nos “endeudan”.


Visibilizar el des (control)



Orlan: Estética africana

La artista francesa Orlan realiza “Body art” para visibilizar su cuerpo en performance. En 1993, el 21 de noviembre, después de la 7º Operación-Performance-Quirúrgica en Nueva York, se hace colocar a cada costado de la frente dos implantes de siliconas utilizados habitualmente para realzar los pómulos, lo que crea dos protuberancias sobre sus cejas.


Ella señala “Propongo un cuerpo desacralizado, disidente, que "decorpora"; y puede ser decorado”. Para su proyecto de intervenir el cuerpo como manifiesto de sus ideas, Orlan realiza desde 1990 cirugías estéticas.


“La Re-Encarnación de Santa-Orlan” o “Imágenes, Nuevas Imágenes” fue la primera de una serie de “Operaciones-Performances-Quirúrgicas” durante las cuales el quirófano deviene su atelier de donde salen las obras: dibujos con sangre, relicarios, textos, fotos, videos, films, instalaciones, etc.


Hace de su cuerpo la materia prima para protestar contra el determinismo natural, social y político y contra toda forma de dominación: la supremacía masculina, la religión, la segregación cultural, el racismo, etc.


CODA: La paradoja se exhibe como conflicto que atraviesa la clase, la raza, el género y los grupos sociales en el capitalismo: los cuerpos están tanto controlados por las instituciones, el consumo, el trabajo como prisioneros del deseo de poder individual. Este umbral material, simbólico se hace carne social cuando lo percibimos como muro de la subjetividad (“debo hacer algo”: ser feliz, ignorar, consumir, etc.), un motor que atrae y expulsa las subjetividades, involucrándolas en combates por la existencia.


La batalla se da como disputa por el control de lo propio o lo ajeno de los cuerpos. Son portadores de las marcas de esas luchas: son las heridas, son los tatuajes o los estigmas que muestran o que ocultan. Observar el cuerpo, comprender como se manifiesta en tanto portador de relaciones de poder, de relaciones de fuerza, del grado en que cada fuerza social se ha constituido como tal. Ese “yo es otro” nos compele a operar sobre lo visible y lo enunciable de nuestras subjetividades.

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