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Foto del escritorLic. Esp. Mercedes Basualdo

Cuerpx-territorio Gramáticas corporales

Actualizado: 2 ago 2021

Por: Lic. Esp. Maria de las Mercedes Basualdo



Nos miramos, nos besamos, nos comemos ¿y qué?

Nos curamos del pasado hablando con la piel

Sara Socas[1]


Habitamos un cuerpo, una cuerpa, une cuerpe[2]. Nuestras corporalidades marcadas y perforadas implican amplios territorios en donde muchas veces se posan las miradas e inician recorridos de sentidos. Por lo tanto, es un área definida cuyos/as/es propietarios/as/es son las personas que les portan, y quienes deciden sobre les mismes.


Toda marca sobre la piel comunica, aparece como mediadora entre quienes muestran sus tatuajes, perforaciones o cicatrices y el mundo que les rodea. Son huellas que significan más allá del/la/le cuerpo/a/e. Para Eliseo Verón “el cuerpo” es capa metonímica significante, de esta manera los tatuajes aparecen como biografemas[3], es decir son pequeñas unidades que muestran: “la experiencia que impregna la escritura y desliza la enunciación al enunciado…”. (Cohendoz 2014, 126)


Este destello de sentidos la materia significante presenta la relación de las personas con la cultura, cuya vinculación emerge como el cuerpx-territorio, donde la mirada actúa dando visibilidad a las afecciones, como presencias disruptivas. Les seres humanes se agencian de su piel como territorio desde el cual expresan lo vivido, así la piel es lienzo, cuyo soporte es el/a/e cuerpo/a/e que porta las señales que hablan de la vida como signo cultural. En este/a/ cuerpo/a/e significante, manifiesta Eliseo Verón, conviven tres tipos de funcionamientos semióticos: indicial, icónico y simbólico, es decir, los tres órdenes de sentido.


Históricamente nuestra corporalidad ha sido referente de grandes castigos. En las puertas del siglo XXI, dentro del contexto de la moda, han surgido vigorosamente el uso y la aplicación del piercing y del tatuaje, cuya meta en muchos casos es adornarlo, embellecerlo o utilizado como desafío en algunas performance. Debemos tener presente que el aspecto estético ha impactado en estas apariencias corporales a través de enfermedades como bulimia y anorexia. Siempre, de una u otra manera, el/a/e cuerpo/a/e es el sometido a merced de la belleza. Esto encierra lo que Michel Foucault (1989): “... cierta discreción en el arte de hacer sufrir...”, (p. 15)


Es decir, muchas veces por una cuestión de belleza, entregamos nuestro/a/e cuerpo/a/e al sufrimiento. Esto nos involucra a todes. El/a/e cuerpo/a/e se convierte en una construcción simbólica que cada persona elabora dentro de un contexto histórico especifico, es nuestra materia prima la cual utilizamos para satisfacer las necesidades que nosotres consideramos pertinentes en un tiempo y lugar, junto a las condiciones materiales de existencia. Es así como la búsqueda de lo estéticamente bello se sirve de la carne, en tanto vía del placer y del deseo a través del dolor. Como lo manifiesta Cecilia Macón (2013) el agenciamiento de los/as/es cuerpos/as/es se manifiestan en la acción desafiante de la autoridad en donde las marcas se resignifican en el marco de recursos discursivos y el contexto.



Tatuajes realizados en el año 2018 (madre e hija)


Es la práctica del tatuaje, cuya imagen se inscribe sobre la materia prima, encerrando un mundo de significaciones, diferencias, asimilaciones y donde el juego de las miradas nos involucra relacionando lo público, lo privado, al deseo y la producción de sentido, en un acercamiento comunicacional. Esta relación comunicativa se instituye a través de un lenguaje específico y en la construcción de la propia identidad, como acto político.


En este caso irrumpe el giro afectivo cuya reparación aparece en las inscripciones y las ilustraciones que uno lleva en el/a/e cuerpo/a/e las cuales surgen por varias razones, y se manifiestan en tanto nos relacionamos con la cultura. Los tatuajes, al igual que los piercing, quizás sean sintomático de una época en la vida de la gente. Así ese espacio biográfico, como dice Leonor Arfuch (2007), está en constante tensión y diálogo con les otres. Por eso encontramos imágenes vinculadas a cuestiones estéticas, de luchas, de protección, etc. Algunos/as/es cuerpos piden o gritan visibilizar las marcas implícitas sobre nuestra piel. Otra manera de hablar en donde las palabras no alcanzan


Palabras: Cuerpo/a/e, territorio, gramáticas, identidad


Arfuch, L (2007) El Espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Fondo de Culrura Económica. Argentina

Cohendoz, M (2014) Cuerpos en revuelta: la loca y el militante del deseo desde la mirada de Néstor Perlongher. Tesis de Doctorado. Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata

Foucault, M. (1989) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Primera reimpresión argentina: Siglo XXI. Editores S.A.

Macón, C. (2015). Giro afectivo y reparación testimonial: El caso de la violencia sexual en los juicios por crímenes de lesa humanidad. Mora (Buenos Aires), 21(1), 00. Recuperado en http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1853-001X2015000100002

Veron, E (2004) El cuerpo reencontrado. En La Semiosis Social. Fragmentos de una teoría de la discursividad. México. Editorial Gediusa S. A.


[1] Sara Socas Nació en Tenerife en el año 1997 Es una cantante de hip hop, beatboxer, rapera de freestyle y compositora.​ En 2021 se convirtió en la primera mujer en ascender como freestyler a la Freestyle Master Series o FMS, considerada la liga más importante en España de este ámbito. [2] El lenguaje construye realidades e implica elecciones a la hora de escribir o hablar. En este caso es una batalla contra valores hegemónicos patriarcales como es el uso de la o para nombrar o generalizar el contexto. Yo decido, de esta manera, visibilizar la diversidad de registros feministas de resistencia en el uso del lenguaje. [3] “…me gustan ciertos rasgos biográficos que en la vida de un escritor me encantan igual que ciertas fotografías; a estos rasgos los he llamado “biografemas”; la Fotografía es a la Historia lo que el biografema es a la biografía”. Roland Barthes. La Cámara Lúcida. (1989, 70)

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