Por: María Belén Manzano
“Al caníbal que hay en mí, que no es bien recibido en un banquete así”. Al caníbal que existe dentro de todos nosotros, dentro de nuestra mente, nuestro cuerpo. Al caníbal que creamos dentro del otro, con el fin de volver al otro “nuestro”, parte de nosotros, con el fin de que el otro se vuelva una extensión nuestra. “Al caníbal que hay en mí, que no es bien recibido en un banquete así; Se amasan las fortunas, se cargan los bolsillos”. Se amasan las fortunas, se prioriza la venta, solo importa la compra, la reproducción. Solo importa que el otro se coma nuestras palabras, nuestro discurso. Solo importa que el otro se crea lo que le estoy diciendo, crea y confíe en mí cuando le digo qué hay que comer, que no importa otra cosa. Solo espero que el otro entienda cuando le digo que el canibalismo es la única opción.
A veces me detengo a pensar la influencia que tienen las palabras. Lo influyentes que podemos llegar a ser con solo una oración, con solo una pequeña conversación. Lo que para muchos es solo un discurso en una empresa o una reunión, para otros, es el comienzo de un nuevo mundo, una nueva forma de vida.
Por motivos académicos, este año tuve la oportunidad de leer una historia como la que les cuento: Agustina Bazterrica es quien crea esta distopía, en la que nos encontramos miles de situaciones inimaginables para nuestro día a día. Traten de imaginar un nuevo mundo, un mundo que ahora es caníbal, debido a un virus mortal que ataca a todo animal, por ende, el consumo de su carne está más que prohibido. Desde el pez más pequeño hasta la fiera más grande, debieron ser eliminados de la faz de la tierra. Suena interesante, ¿no?
A lo largo de sus páginas la autora nos deja en claro que su libro Cadáver Exquisito, no es solo una novela: se detallan y se cuentan en profundidad sucesos casi impensables que son parte de una nueva cotidianeidad, con, obviamente, pequeñas coincidencias con la realidad actual. También los procesos de la carne, el trato o, en algunos casos, maltrato animal, el cuidado de las cabezas y la prioridad que recibe la reproducción y/o futura venta de las mismas; al leerla nos volvemos parte del ciclo de la carne, queramos o no somos los lectores de esta historia, por alguna razón decidimos conocerla.
A lo largo de la misma, se van desarrollando tres ejes principales: la comida, el lenguaje y la otredad y/o apropiación del otro. Esta última, la otredad junto con el lenguaje, me parecen los temas más importantes. En todo momento, la autora nos muestra y nos cuenta un mundo en donde el poder está bien marcado y se sabe quién comerá y quién será comido. Quién será consumido y quien será el consumidor. Quién será el producto y quién será su comprador.
Pensémoslo así, un mundo en el cuál las “clases sociales” (si es que así se pueden llamar), están súper establecidas. Un mundo en donde, de un instante a otro, lo que digan los superiores o la gente de poder es palabra absoluta e indudable. Un mundo en donde un simple discurso cambia la idea de la sociedad y su día a día a la hora de consumir. Un mundo en donde la apropiación del otro se legitima. Un mundo en donde ciertas palabras o temas están completamente prohibidos. ¿No es algo muy alejado de nuestra realidad, verdad?
Marcos … o mejor conocido como Tejo, el protagonista de esta historia, podría ser un claro ejemplo de todo lo que he mencionado: es casi vegetariano (excepto cuando fue a la casa de su hermana y la muy bonita le dio de comer carne haciéndole creer que eran verduras); está completamente en contra de la transición (obviando el pequeño detalle de que trabaja en uno de los frigoríficos más importantes de la ciudad); está en total desacuerdo de el consumo del otro (sin mencionar que embarazó a una hembra para poder tener un hijo, además del que perdió con su ex- esposa); no olvidemos tampoco el hecho de que cuando se “enamoró” de Jazmín, en ningún momento le importó ella como tal, solo quería sacarle provecho, quería tomar de ella lo que su esposa no podía darle, y no me refiero al hecho de que se sintiera solo y quisiera sexo, porque no fue solo eso. Tejo se apropió de Jazmín al punto de usarla para su propio beneficio; tampoco olvidemos la idea de que Tejo es una de las pocas personas (o casi la única), que está en contra de la transición, pero a su vez se vuelve parte de ella, parte del proceso de la carne. Termina siendo arrastrado por la sociedad. Se vuelve parte del discurso que convenció a todos de cambiar su estilo de vida. Por esas razones, es que me es difícil ver a Tejo como una víctima del sistema o como un eslabón torcido que terminó siendo arrastrado por el resto de la cadena, siento que Tejo era muy consciente de lo que hacía, era muy consciente de la idea que tenía en mente, y aunque casi lo descubre aquel nuevo inspector, en ningún momento se detuvo a pensar lo que estaba haciendo.
Cualquiera podría pensar que él solo quería finalmente tener un hijo con su esposa luego de la pérdida de Leo, pero creo que esto es lo que nos impresiona a todos y nos deja pensando ¿Cuál es el límite de una persona con tal de conseguir su objetivo? ¿Cuán cegado se puede estar para no distinguir entre lo que está bien y lo que está mal? Porque está bien, por un instante veamos a Jazmín como una persona y no como una cabeza … Aún así sigue siendo apropiación, aún así Tejo la vio como un objeto y no como una esposa (aunque de ninguna manera eso podría haber pasado).
Justamente hoy por la tarde, vi un video de una chica que contaba su historia siendo víctima de la trata de personas. Ella relataba que le habían hecho un tatuaje, una estrella por la zona del abdomen bajo, contaba que a sus compañeras les dejaban “la marca” en cualquier lugar del cuerpo, solo interesaba que estuvieran marcadas. Inmediatamente me acordé de Jazmín; ella tenía una marca en la frente, era muy difícil de tapar porque era la principal característica de las cabezas. A su vez, tampoco hablaba, le habían cortado las cuerdas vocales. Le habían arrebatado la posibilidad de comunicarse. De interactuar con otras personas. La “tildaron” de alimento y de objeto de consumo solo por ser clase baja o inmigrante. Los superiores, es decir, la gente con poder, le dieron un discurso que ella creyó, un discurso que es el causante de su destino.
Por estas y muchas razones más, coincido con Darío Sztajnszrajber cuando dice: “No es solo mediante la eliminación física que se realiza el acto expulsor”. No se necesita matar a alguien y luego comerlo para que se vuelva parte de nosotros, hay miles de maneras de, poco a poco, eliminarlo hasta adueñarnos de su mente y sus creencias o ideas, para luego apropiarse físicamente de él o ella. Un mecanismo muy utilizado, como ya lo mencioné en varias oportunidades, son las palabras y el lenguaje. Le decimos al otro todo lo que quiere escuchar, le vamos a cumplir todos sus deseos y sueños, para que así él solo se entregue a nosotros y podamos “exprimirlo”, siempre en beneficio propio.
Pienso que actualmente, las personas ya no son vistas individualmente: son partes de grupos, organizaciones, sociedades, están casadas con tal, son novios de, ¡ay sí, sos hermana de…!. Constantemente nos apropiamos del otro.
Por eso es que no me retracto al decir que todos tenemos un caníbal dentro. La raza humana ha llegado a tal punto de apropiación que no nos damos cuenta que puede rozar la idea del canibalismo. Por eso es que digo Yo soy caníbal. Vos sos caníbal. El mundo debería llamarse Yo, caníbal.
Bazterrica, Agustina (2017). Cadáver Exquisito. Titivillus.
Apunte de clase “La otredad bajo sospecha”.
Apunte de clase “¿Qué dicen y que no dicen las palabras sobre la corporeidad? [...]”.
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