COMO TODOS LOS DÍAS
Agustina Renero y Alma Lucero
Me levanto a las 8am, prendo la luz, y todo sigue igual. Igual que ayer, que la semana pasada, que el mes pasado. Me preparo el café, busco la mermelada en la heladera, la heladera está vacía igual que ayer, pero por lo menos queda un poco para mis tostadas. Prendo la tele y siempre las mismas noticias: “robo en un almacén con un muerto en zona oeste”, igual que al de ayer en un supermercado, igual que el del mes pasado en un local de ropa. La apago, llevo la taza a la cocina y la mermelada a la heladera. Ordeno un poco, agarro mis cosas y salgo.
Comienzo a caminar, el día está nublado, a punto de llover. La gente apurada, impaciente, enojada. Las bocinas de los autos, el ruido de los colectivos y de las motos, el quilombo de las construcciones. Semáforo en rojo. Respiro. Me siento cansado, agobiado. Semáforo en verde. Vuelve el vértigo.
El ambiente de a poco cambia, siento otras vibras y energías, vuelve la esperanza de mejorar mi día. Falta menos, se que ellos están ahí. El agobio va desapareciendo.
Estoy a una cuadra, todo se ve distinto. El día se despejó y percibo los colores de otra manera. Como lo pensaba, allí estaban esperándome en el skate, arriba de sus patinetas, igual que ayer, igual que la semana pasada, igual que el mes pasado, ya ansiosos de que los cuerpos se expresen en su forma más libre y de la manera en que más lo disfrutamos. El cuerpo ahí, concentrado en los trucos, la mente despejada, sin preocupaciones, solo compartiendo el único momento en el que podemos ser nosotros, en nuestro espacio, olvidándonos del mundo exterior y la monotonía de la ciudad.
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