Por Prof. Sofía Lorena Cugnoli
Profesora de Filosofía
Habitualmente, cuando pensamos cuerpo, lo hacemos separándolo de la mente. Y si pensamos el “cuerpo”, parece que quedáramos lejos del sentir cuerpo. Pero la experiencia de la vida que transitamos nos muestra que somos una experiencia cuerpo y mente a la vez. Somos seres tanto pensantes como sintientes en un mismo movimiento.
No hay en tanto, una separación como mencionamos al principio. Hay una experiencia, donde cuerpo y mente, son una unidad en esa misma experiencia en el vivir. Pero esta unidad no es cerrada sino abierta. Abierta al mundo, a los otrxs y a nuestros propios devenires.
La forma dual de entender al ser humano, y de separar cuerpo de mente, tiene raíces en la tradición filosófica occidental. Ya aparece este dualismo en la antigua Grecia, por ejemplo, en el pensamiento de Platón y Aristóteles. Platón, sostiene Ferrater-Mora (1964), afirma que el cuerpo es la cárcel del alma. En este sentido, el cuerpo es la parte material que está subordinada al alma inteligible. Aristóteles por su parte, entiende al cuerpo como una substancia, como una realidad limitada por la superficie. En términos aristotélicos, esa sustancia material posee un ser informado, inmaterial, una forma. Entendemos que esta forma viene a ocupar el lugar jerárquico del alma frente al cuerpo
Por otro lado, en gran parte del pensamiento filosófico de la modernidad occidental, reaparece la lectura dual antes mencionada. En este caso, el cuerpo material se tomará como objeto de investigación racional y científica (Ferrater-Mora, 1964). Aquello que en la antigüedad se nombraba como alma, ahora es el pensamiento, la mente, la razón. Descartes es uno de los exponentes de esta línea de análisis. Él, denomina al cuerpo como res extensa, y a la mente como res cogitan. Esta última tiene prioridad y el cuerpo nuevamente ocupa un lugar secundario.
Entendemos que, en la actualidad es necesario realizar una relectura filosófica del cuerpo. Lo incorporal del discurso, debe ser interrumpido por el cuerpo y el cuerpo interrumpido por el discurso. Interrumpido en el sentido de apertura, de ser tocado y tocar. Para ello, es menester desarrollar un análisis filosófico que no parte de una lectura dualista. Dado que, dichas lecturas dualistas, son herméticas en referencia a la condición humana, el ser humano queda preso de un dualismo que relega y excluye al cuerpo, el cual es fundamental en la existencia humana. La posibilidad de experiencia en el ser humano, pasa por el cuerpo, considerado el cuerpo como experiencia.
Le Bretón, nos alerta de la influencia que tiene el pensamiento heredado sobre la noción de cuerpo. Referimos aquí, no solo a la filosofía occidental, sino también a los saberes y las prácticas enraizadas en la modernidad. Reafirmamos en tanto, que su impacto, hacen que la lectura del cuerpo sea estrecha y limitante en la actualidad. No solo desde un nivel de análisis, sino desde un nivel de la práctica, de la visión de mundo y como habitamos nuestras experiencias como seres humanos, seres cuerpos. Al mismo tiempo nos dice que en la actualidad hay una reivindicación del cuerpo, pero éste queda reducido a la mera materialidad. El autor plantea que hoy se habla más del cuerpo, se muestra más y hay entorno a él una idea de liberación. Pero es de destacar, que ese cuerpo nada tiene que ver con el cuerpo vivido. Hoy hay un ideal de cuerpo triunfante, éste debe mostrar las características esperadas, como puede ser la de juventud. Cuando en la actualidad se habla de una liberación del cuerpo, Le Bretón (2002) ve allí sólo un elogio de un cuerpo siempre sano, esbelto, seductor. Modelo que, por otra parte, raramente se ajusta a la realidad.
Merleau-Ponty (1993) sostiene que el propósito de abordar un discurso del cuerpo partiendo del cuerpo, no significa caer en reduccionismos. Reduccionismos, que ubican al cuerpo en el lugar de la mente, razón o alma. Tanto Le Bretón, como Merleau-Ponty, argumentan en este sentido, explicitando que no se trata de reduccionismo material, sostenemos también que el cuerpo debe ser considerado como la experiencia fundamental del ser humano, entendiéndolo como lugar de fusión y complementariedad, que se da en cada instancia de la existencia, de lo que llamamos cuerpo y mete o alma.
Jean Luc Nancy (2003) afirma que el cuerpo es abierto, y siempre tocado, es decir arribado desde fuera. Asumimos en este sentido, que el cuerpo es algo abierto y no cerrado sobre sí mismo. De hecho, en Le Bretón, encontramos también fundamentos del cuerpo como abierto. Para este autor, el mismo ocupa una posición particular en el simbolismo social, el cual le es asignado en cada momento histórico. A partir de su análisis entendemos que, los saberes y representaciones acerca del cuerpo, son el reflejo de un estado social, una visión de mundo además de una definición personal. El cuerpo, aunque parezca lo contrario, nunca es un todo indiscutible, evidente, cerrado ya acabado de una vez y para siempre.
Por todo lo antes dicho, reafirmamos la necesidad de repensar un discurso sobre el cuerpo, que sea tocado por el cuerpo. En la actualidad, el discurso del cuerpo, sigue manifestando los impactos de las lecturas filosóficas en términos dualistas del ser humano. Recordamos que está lectura, tiene un marcado desprecio por el cuerpo, puesto que, este queda borrado. Aún en la aparente reivindicación actual del cuerpo, la manera fugaz y reduccionista, hace que desaparezca también el cuerpo.
Al borrarse el cuerpo, se deslinda de la significación de la presencia humana para sí, para con el mundo y los otros. Por el contrario, podemos decir que el cuerpo es una unidad abierta, en conexión con un mundo y con los otros. Por lo tanto, la corporalidad no ha de ser entendida como el complemento de la mente, ni como una pura materialidad aislada, sino como una unidad, experiencia fundamental en la existencia humana.
Sumamos a esto los aportes de Merleau-Ponty, para quien no existe una dualidad entre cuerpo y subjetividad. Lo que hay es una existencia como un ser-en-el-mundo. La unidad cuerpo y alma no está sellada por un decreto obligatorio. Es en cada instante de la existencia que estos dos componentes se entrelazan, se fusionan. Este entrelazarse de cuerpo y alma en cada instante de la existencia.
En Le Bretón, también encontramos una base para afirmar que el cuerpo no es la materialidad discernible y contrapuesta al ser humano. Por el contrario, nos dice que, es el pilar fundamental de nuestra existencia, de nuestro estar en el mundo. El cuerpo, cómo esa unidad que nos permite la relación con uno mismo, el mundo y los otros. Le Bretón, plantea que, para poder pensar el cuerpo, hay que dejar de compararlo con lo que entendemos como persona, como individuo, y entender la multidimensionalidad inherente al cuerpo.
Por todo lo antes dicho sostenemos que repensar el discurso del cuerpo tocado por el cuerpo, es despertar a la experiencia del sentir. Despertar a la percepción de nuestra existencia, no solo de nosotros, sino en conexión con un mundo y con los otros. Despertar a la noción de que el cuerpo es un núcleo esencial del ser humano, de su existencia. Volver a sentir el cuerpo, para desde allí reflexionar sobre el mismo, dando lugar a un discurso que se desafía a superar sus límites.
Bibliografía
Ferrater-Mora, J. (1964). “Diccionario de Filosofía”. Sudamericana.
Jean-Luc, N. (2003). “Corpus”. Arena Libros.
Le-Bretón, D. (2002). “Antropología del cuerpo y modernidad”. Nueva Visión.
Merleau-Ponty, M. (1993). “Fenomenología de la percepción”. Planeta.
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